Según los antiguos, existen ciclos tan largos en el universo que a los humanos les merece, uno solo de ellos, el nombre de eternidad. Esta es una nominación evasiva, pues en verdad el hombre no puede concebir la eternidad sino la duración constante. Y aun esta duración padece de una conceptuación deficiente, pues no entendemos cuándo comienza ni cuándo termina, sin dejar por ello de existir. Todo intento de racionalización de este fenómeno se no escapa, como el agua entre los dientes de un tenedor. Tan solo percibimos la mínima humedad que el paso del líquido dejó sobre el utensilio. Pero es lo único que de ello podemos obtener y a esto nos aferramos para tener, aunque sea, un atisbo de conciencia de aquello que rebasa nuestra conciencia en sí.
*Los espíritus elementales de la naturaleza, Jorge Angel Livraga.
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