De niña oía tus graznidos a lo lejos, en los caminos vacíos, en las colinas ventosas, vigilante, protectora, te conocía, me reconocía en ti, eso me asustaba por que no entendía mi propia oscuridad. Esperaste, paciente, como la gran Reina y Madre que eres, y tu llamada y reclamo fueron inconfundibles, como una sacudida, como un sigilo candente en mi espíritu, emergiste de la tierra, hasta tres veces...y nada mas tenia sentido, solo tu mirada clavada en el abismo. Yo, la Loba, hija de la Gran Reina Cuervo, acudía al fin a la llamada de mi madre.
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